sábado, 30 de enero de 2016

BATALLAS DIMINUTAS



Esto no es un lugar,
                quizá fue un tiempo
sin orillas
que ahora se convierten
                      en graznidos.
Final de estado insomne,
                    de una lluvia
marcada por la ira
de su trazo.
Aquí ya no es ahora.
Quizá hay sido
                 una costumbre
derivada de viejos calendarios.
Apilados y candentes
               se desnudan los días,
como frutos sin nombre
y sin origen.
Enloquecen los pianos
y se traban en ristra
                       los sonidos.
Vienes sin haber ido.
Construyes la distancia
con años y rastrojos.
Las miradas ahora
     son puertas asombradas,
con aldabas de nube
                     carcomida.
Batallas diminutas
con las horas
         de todo el que camina
atribulado.
Contiendas sin nombre
ni lugar,
      ni fecha establecida.
Y todos los que vienen
también van,
si los estás mirando
                   de otro lado.
Polígono sin lados,
                      la certeza
se aleja de nosotros
cuando somos
          huidizos y taimados
como las horas turbias
que componen los días
sin historia.
En el borde de todas
las certezas                                                                       
no puede quedar sola                     
               la esperanza.

                   

EMILIO RODRÍGUEZ


10 de agosto


MANIFIESTO DEL TEDIO




Por dentro de la luz
           corren las páginas
y se queda descalza
la mañana.
En vez de ventanales
                 tienes gritos
o esa especie de noche
en que te envuelves.
Las horas más delgadas
y más lentas
se van quedando solas
               en la sombra.
En los balcones llueve
                y se reflejan
periódicos nocturnos,
con toda  la espuma
                  de los días.
Clamor en los relojes.
Una espada da contorno
a los días
           carenciales.
Barcos inexistentes
             rayan la piel airada
de los ríos.
Pisadas y discursos
se desgranan
               en todos los relojes.
La voz más destacada
es pájaro sin alas.
          un raudo incendio
                         de nostalgias.
Retratos encendidos
             decoran las esquinas,
y un manto de cigarras
        arropa y configura
                     todo el cielo.
La memoria es un rostro
de ceniza
      que otorga dimesión
a las vasijas
          donde madura
                           el tiempo.


EMILIO RODRÍGUEZ