Y las manos cansadas
y
los ojos,
cargados con esquirlas
de los sueños,
se te fueron reduciendo
como pequeños ríos
que han perdido
la
memoria.
Y todo tu caudal
fue sólo
huella
de un flujo semejante
al crecer de las paredes.
Porque detrás del calendario
se esconden siempre
las
pisadas
del miedo, con los ácaros
que arruinan y envejecen
los inicios.
Todo quedó a merced
de
aquella huida
practicada en el tiempo
de un eclipse.
Porque las puertas saben,
pero nunca
parecen escuchar
ni
tener dudas.
EMILIO RODRÍGUEZ
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