Toda
la noche sonó
en
las almohadas.
Un murmullo de mar
que ya no existe
pero
ha quedado impreso
su sonido
en todos los rincones
de los sueños.
Ese
mar de los días
que
vive sin nosotros
y esconde su murmullo
detrás de las pisadas.
Las
puertas ignoran
el ritmo de las horas.
Se
quedan tan absortas,
tan lejanas
que
recitan sonidos
apenas aprendidos.
De
peldaños que también
habían
tenido melodía.
Memoria
pertinaz
de
un tiempo
sin contornos,
de
semanas guardadas
en
cabases de cartón.
Un
cielo construido
con
las cintas guardadas
para
jugar al corro la patata.
Antigua llamarada
sin calor,
quizá
visible solamente
desde
el rincón
de
las escuchas.
Un año se construye
con residuos
de
todos los olvidos.
Vocablos que tuvieron
su
momento
y quedaron parados
como
pájaros
encima
de los libros
de
aquel curso
que
nunca había tenido
calendario.
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