Esto
no es un lugar,
quizá fue un tiempo
sin
orillas
que
ahora se convierten
en graznidos.
Final
de estado insomne,
de una lluvia
marcada
por la ira
de
su trazo.
Aquí
ya no es ahora.
Quizá
hay sido
una costumbre
derivada
de viejos calendarios.
Apilados
y candentes
se desnudan los días,
como
frutos sin nombre
y
sin origen.
Enloquecen
los pianos
y
se traban en ristra
los sonidos.
Vienes
sin haber ido.
Construyes
la distancia
con
años y rastrojos.
Las
miradas ahora
son puertas asombradas,
con
aldabas de nube
carcomida.
Batallas
diminutas
con
las horas
de todo el que camina
atribulado.
Contiendas
sin nombre
ni
lugar,
ni fecha establecida.
Y
todos los que vienen
también
van,
si
los estás mirando
de otro lado.
Polígono
sin lados,
la certeza
se
aleja de nosotros
cuando
somos
huidizos y taimados
como
las horas turbias
que
componen los días
sin
historia.
En
el borde de todas
las
certezas
no
puede quedar sola
la esperanza.
EMILIO
RODRÍGUEZ
10
de agosto