De los espejos
vienen
estos días
de alambre,
con
miradas torvas
que encadenan
las horas.
Y dentro
de los años
se nos
queda dormida
la cadencia
sin tiempo
que
maltrata y enciende.
Recorridos
de niebla
que disfraza
las cosas
y las
vuelve de espaldas.
Pero todo
es etéreo
todo sigue
fluyendo
como el
río cansado
de besar
tanta orilla.
Los pinares
caminan
y también se
nos visten
con los
trajes de fiesta
de los
días no censados.
De cuántas
madrugadas
nos queda
la memoria,
de los días
guardados
en las
áreas de silencio,
se
construyen los siglos
de la
audacia manida.
Madrugadas
de pasmo
para la
luz doliente.
Marcapasos
del tedio
se descuelgan
del muro,
como
aullidos, las horas.
Miramos desde
dentro
de este
incendio
palpando
con los ojos
la piel de
la llanura.
Nos quedan
las palabras
y los días
sin sueño
para
seguir llevando
este
camino anclado
en todos
los silencios
EMILIO